Universidad: dudas y cuestionamientos
- Antonio Lobato Jr.
- 4 nov 2016
- 3 Min. de lectura
El término "universidad" está entre aquellos cuya amplitud semántica nos remite a una polisemia que para algunos puede significar la cercanía a la confusión y pérdida de sentido. Su noción nuclear, sin embargo, está relacionada a conceptos que tienen que ver, por ejemplo, con la comprensión de la mayor diversidad de saberes posible a partir de (y hacia a) la mayor cantidad posible de personas.
Dicho proceso se caracteriza, fundamentalmente, por la transversal e imprescindible postura epistemológica de la duda. O sea: uno de los fundamentos de la universidad es el de tener y saber cultivar la actitud de dudar y la práctica de cuestionar, incluso a sí misma. En efecto, investigar es saber poner en duda lo aparente, y el acto de asumir y reasumir como propias las dinámicas del saber, su circulación, su acceso y su debate, tiene en la duda una de sus columnas más importantes. Ello implica que para los que estamos construyendo universidad, por coherencia lógica con los fundamentos de dicho contexto, no es aceptable escapar de la duda, del debate o de la tensión que naturalmente caracteriza nuestro espacio de trabajo.
Dicha postura epistemológica de la duda también es procedimental, es decir, se gana en sentido y efecto si se asume la duda
a) con asombro-reverencia ante el saber;
b) a partir de la elaboración colectiva del conocimiento;
c) y en sintonía con las necesidades más urgentes de la sociedad en que estamos.
En una sociedad como la nuestra, sin embargo, en la cual nos hemos educado en la convivencias con tendencias discursivas legalistas, dogmatizantes y poco dadas al sano debate, no estamos acostumbrados a asumir con serenidad la decisión de cuestionar y menos a escuchar cuestionamientos hacia nosotros. Nos hemos acostumbrado a creer que si cuestionamos, es porque no estamos aceptando y, por ello, merecemos ser de alguna forma punidos... Así, si por un lado nos acostumbramos a buscar el saber a partir del dominio de algunas técnicas de elaboración del conocimiento, por otro lado nos formamos al temor en dudar.
Sin embargo, dudar es necesario, no tanto movidos por posturas igualmente dogmatizantes que buscan evidenciar a como de lugar las supuestas inconsistencias del argumento diverso, sino con el deseo (popperianamente verdadero) de cultivar la tensión necesaria para el avance. Es más: es importante dudar no solo de aquello que nos llega, sino de aquello que pretendemos ser, por ejemplo, como grupo de educadores organizados e institucionalizados.
Finalmente, si aceptamos que la naturaleza de la universidad es la de estar relacionada al movimiento y a las dinámicas que la impulsan y que esta es de pronto la única institución social con la misión de cuestionar los modelos terminados de saber, hacer, gobernar, administrar, convivir, entonces en una universidad no deben haber modelos cerrados. Modelos son piezas terminadas, replicables, listas. Una universidad es, fundamentalmente, debate, búsqueda de nuevas ideas, de nuevos caminos. Una universidad no tiene propuestas terminadas, no "cierra negocios", no encierra diálogos, no empaca productos. Una universidad universaliza y, en este proceso, es infinitamente movimiento y cuenta con la discusión como elemento imprescindible de su desarrollo y avance. Al contrario de lo que muchos imaginamos, es en la diferencia que está el avance y no en la uniformidad. Lo que pasa es que muchas veces no sabemos ni ser diferentes y, en la uniformidad, tampoco sabemos ser uniformes...
¿Es posible una universidad así?
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